Para la columna de Raztudio Media, y la condición femenina o algo así.
SATANÁS CON FALDA.
Cuando vi a la mata viejitas sentí paz. Ver su vejez en esa
cabellera larga, frente a un
plato de comida e inmersa en su pasividad me serenó. A primera vista no creí en
su pasado de luchadora, su popularidad como asesina y la verdad, no parecía la
psicópata que reseñan los libros y criminólogos. Tampoco creí que mi ex con su
juventud, tranquilidad y aquellos momentos de paz y jovialidad que me regalaba,
pudieran sacar en un instante rasgos que sin duda son de psicópata: ausencia de
empatía y remordimiento, nulidad por el otro, cosificación… y aunque debo
confesar que contribuí a conocer ese aspecto de su personalidad, ahora sé que
no es psicópata; sino que sus actos, son el resultado de malos momentos
acumulados. No obstante, y aunque cada vez se disipa más la idea, me queda la
resaca de que las mujeres son la encarnación del diablo; sobre todo cuando se
comportan como psicópatas.
Algo
así dice la biblia de la mujer: es tentadora, pecadora, culpable, ruin y causa
de todo mal contra el hombre; salimos del paraíso porque no pudo contener sus
deseos –por fortuna- y hasta cargamos en la memoria fisiológica su
pecado. No hay nada más falso y engañoso. A mí me va mal porque veo lo que
tengo al frente, en la mayoría de los casos es sólo lo que quiero ver, y con mi
estúpido optimismo invento relaciones futuristas, intento borrar el pasado, con
ello el historial de acciones dañinas, figurándome un presente como si fuera lo
único presente; claro no lo está, ni puedo lograr que mi deseo se concrete
exactamente como lo deseo. Luego, me da esa risa miedosa, de nervios y
angustia, de la que habla Bataille, al encontrarme solo de nueva cuenta y en el
vacío del que intentaba librarme.
Y así
es la vida, a veces, y la justifico diciendo que las chicas son el diablo, un
poco para evitarme a mí mismo, y otro para decir que Lilith, Bathory, Belle
Sorensen Gunness, Aileen Wournos y hasta mi ex… son la muestra que representa la totalidad de su
potencial asesino y psicópata. Otro error. Pero es fácil caer en errores cuando
la culpa la tienen las otras y no uno –que es tan dócil-, ¿Pero cómo no creer
que son el diablo cuando ahora se dice que el primer asesino en serie moderno,
y por mucho el más conocido, resulto ser Jackie la destripadora y no el famoso
asesino de White Chappel?
“Las
mujeres son el diablo”, le dije esa vez y mi carnal el Faus, para narrarle lo
que pienso de ellas y sus tendencias locas. Pero antes de comenzar a
explicarle, el Faus se anticipa y me dice “son otro género”. Cortando la
conversación, eludió escuchar mis “explicaciones” seudo teóricas basadas en un
despecho, un mal viaje y quizá hasta lloriqueos; pero sobre todo evitó que
me(le) ande “explicando” cosas que de cualquier forma no puedo “explicar”. Pero
“explicar”, o inventarme ficciones que es lo mismo en este caso, es mi
manera de enfrentar la angustia que me provoca no saber y por ende, no
comprender.
El
problema, es que inventándose (explicándose) cosas fue como surgió la
mitología, la leyenda, las ideologías, utopías… y hasta mi serenidad por la
mata viejitas.
Para
evitar racionalizar las cosas, el Faus ante la angustia del “no se sabe” (qué
pedo con las morras), toca la guitarra debajo de la regadera de su casa esas
rolas pegadoras de cumbia y salsa, -en una versión más dolida que guapachosa-
para lidiar con el asunto en vez de “explicarse” y confabularse falsos dilemas.
En vez de escribir poesía, canta. Así goza la angustia, la evade o sólo se
divierte para dejar de razonar sobre el por qué el diablo hace lo que hace y,
mejor, lo conquista; al fin, lo interesante, del perverso círculo vicioso con
el diablo, es quitarle la falda.
“¿Por
qué te gustan las mujeres tan cabronas?” pregunta el Faus con gancho al hígado. Pues no lo sé. La idea de
“Satanás con falda” (retomando el alías de Irina Gaidamachuk, que mataba con un
modus operandi similar al de la “mata viejitas” Juana Barraza), de figura
delgada y pechos medianos, de superficie pacífica y contenido encabronado, me
deja una sensación de paz-adrenalina, amor-odio, sensatez-insensatez etc., que
tanto me agrada. Aunque a la larga la pesadumbre del “por qué lo hice”, me haga
encontrarme con algo con lo que no sé cómo demonios lidiar y que ya ha estado
presente tanto tiempo en mí que sólo deseo que se vaya rápido para no
recordarlo jamás.
Lo
cierto es que no aprendo de las experiencias y las repito. Estar comprendiendo
cosas ya me parece demasiado pretensioso, aunque por falta de comprensión
regreso a ciertos patrones que según yo estaban superados, pero ¿quién demonios
aprende cuando de relaciones se trata? ¿Quién las supera? ¿Quién no ha sido
atraído por aquella petit mort? ¿Quién no ha
tenido una relación donde la locura se mimetice con algo más?
Karla
Homolka y Paul Bernardo (Barbie y Ken) se divorciaron de su idilio asesino
luego de una fuerte pelea. Ella acusó a su marido con la policía y narró cómo
juntos mutilaron, desmembraron o descuartizaban a algunas de sus 55 víctimas de
asesinato y las más de asalto sexual. La pareja que inspiró Natural
Born Killers, se
entregó por una pelea marital… Cientos de esposas, novias, amantes y “amigas”
que visitan a los internos en los reclusorios de México, se introducen globos
con drogas por la vagina para sostener sus relaciones amorosas, fantasías y a
sus familias.
Ahora
sólo en momentos pienso que las mujeres son el diablo. Mejor rió angustiado y
procuro no inventarme explicaciones viajadas ni salidas falsas. Saber que no
puedo comprender a las otras me alivia, y me libera.
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